Contreras años 70s (Magic Rock Climbers)
Contreras es una escuela de escalada en roca caliza, y pese a que, según Biafra, los madrileños cometieron la tropelía de desclavar sistemáticamente y sin medida (cosa que no estuvo bien), supuso un lugar de gran importancia para ellos. Su relativa cercanía y sus moderadas dimensiones la hicieron terreno de práctica ideal, de cara a futuras visitas a los terrenos, también calizos, de los Picos de Europa.
Estas son algunas de las vías que los Magik Rock Climbers abrieron y escalaron en aquel lugar:
Vía “Susana” (MD). Cara Sur de la Torre Negra:
Esta vía lleva el nombre de la hermana del escalador José Luís Ortiz “Tronco” y fue abierta por Miguel Ángel Mora “Biafra” y Juan López “Pelos” alrededor del año 1975. Se abrió en el día y consta de dos largos de cuerda. Se enmarca en un momento importante, poco después de la apertura de la vía “Chiqui” de Tito de la Fuente y Rodolfo Assas, al poco de que este último hiciera aquella importante repetición, junto a Santiago Hernández, de la vía del Puro de los Mallos de Riglos.
La cara sur de la Torre Negra
Vía “Si bemol” (MD). Cara norte del Alto de Contreras:
Año 1975. Abierta por Miguel Ángel López Mora y Santiago Hernández en el día. Otra importante actividad, con largos a tope, de 40m, en la que cogía mucho “coco” y se llegaba al límite (V/V+ y A1). Esta es una de esas vías en las que Biafra comenzó a encontrarse cómodo y suelto en la caliza, y en las que se entrenó para sus futuras aperturas en Picos.
La norte del Alto de Contreras y el trazado de la "si bemol"
Diedro “Biafra” . Torre Cabriel:
Abierta también en aquella época como variante de entrada al Diedro Botella del Espolón Este de la Torre Cabriel. Con una entrada bastante bonita de escalada artificial, se puso bastante de moda en el momento, debido a las numerosas repeticiones.
El trazado del Diedro "Biafra", que en algunos croquis aparece como variante del "Pelos"
Vía “Iberia” (Torre Negra, cara norte), el gran vuelo del Calavera:
Relato de Miguel Angel Mora "Biafra"
El autocar arrancó y rápidamente comenzamos el viaje de vuelta hacia Madrid. Sentado al lado de la ventanilla veía alejarse la Venta de Contreras, el blanco de sus muros y el verde de la foresta, formaban una armoniosa estampa junto a la serpenteante carretera del puerto. También quedaba atrás un día muy intenso que nos enseñó aun más a vivir la vida en el presente, y a grandes tragos, pensando que no nos bastaría a la hora de perderla, como nos contaba el poeta y dramaturgo Bertolt Brecht.
Aquella mañana me había encordado con Paco Aguado (Calavera) y mi compañero habitual, Juan Vicente López (Pelos), lo había hecho con otro escalador. La idea estaba bastante definida: abrir una vía en la cara norte de la Torre Negra, en los Cuchillares de Contreras, a la izquierda de la vía “Chiqui”.
Por aquel entonces ya habíamos trepado numerosas rutas en esta escuela, y estábamos abriendo otras nuevas, y esta se había convertido en nuestra favorita.
En el primer largo voy en cabeza, la dificultad es mantenida y aumenta a medida que voy ascendiendo. La roca de calidad aceptable y tonalidad muy obscura. Los clavos entran bien en grietas y agujeros. A unos treinta metros del comienzo decido montar una reunión en estribos, en un terreno muy vertical, cerca de unos nichos característicos de color rojizo. Paco me alcanza y propone algunos cambios en el emplazamiento de los seguros, con su surtido de clavijas nuevas muy variadas, más bien pequeñas, y según veo, muy aptas para su uso en progresión. Introduce dos acuñadas entre sí, y me indica que cuelgue mis estribos de ellas y que le asegure, pues va a comenzar a escalar en cabeza el segundo largo.
Santiago Hernández (junto con un buen grupo de amig@s) observa nuestras evoluciones desde la base de la pared, y quizá su presencia me hace recordar aun mas sus valiosas enseñanzas: “las reuniones, ¡a prueba de bomba!...
Momentos antes de la partida de Paco clavo una U de Charlet-Moser de las de anilla, a mi izquierda, y otra sin marca, también de anilla, a mi derecha. Ambas de un tamaño convencional. Me ato a ellas con sendos nudos Ballestrinque, y le digo a mi compañero que puede comenzar. A los pocos metros desaparece de mi vista, oigo los ruidos de su maza golpear una y otra vez, y por fin me comenta que todo va bien. Mientras, Juan López ha empezado a subir esta misma vía, y poco a poco se está acercando a mí.
Paco combina escalada libre y artificial, y gritando me comenta que ya está muy cerca de la vía “Notario”, y que en pocos metros montará una reunión.
El severo ambiente de la vertical cara norte de la Torre Negra
De repente escucho un estrépito metálico de material de escalada, y gritos procedentes de la base de la Torre. Siento varios tirones intermitentes de la cuerda, y veo caer a Paco vertiginosamente. ¡Está haciendo cremallera!...Bloqueo absolutamente las cuerdas, pero Paco llega a mi altura, pasa, y sigue para abajo. Ya ha arrancado todas las clavijas que había puesto, cuando de repente siento un tirón bestial, y saltan las clavijas acuñadas que sostenían mis estribos. De repente me veo colgando boca abajo, sujeto únicamente a las dos clavijas de anilla con las que yo había reforzado la reunión en el último momento. Paco, a su vez, cuelga directamente de mí, y a muy pocos metros del suelo.
Siento un dolor tremendo en las manos, hombros y axilas. También me he golpeado en la cadera, pero he conseguido parar la caída de mi compañero. Sigo boca abajo, penosamente dejo correr las cuerdas por mis doloridas manos hasta descolgar a Paco hasta la base. Tras esto ya puedo restablecerme y vuelvo a una postura más natural.
La catástrofe podría haber sido mucho mayor, pues al caer Paco, faltó muy poco para que chocara contra Juan, que estaba a punto de llegar a la primera reunión. Santiago Hernández y otros compañeros acuden a socorrer al Calavera, que afortunadamente no tiene daños considerables, y dice que se encuentra bien. Los nudos de su encordamiento están tan apretados que se hace necesario cortar las cuerdas. Juan asegura la reunión con varias clavijas más, y para evitar más sufrimiento a mis castigadas manos, me descuelga hasta la base. Seguidamente él rapela.
La gente que pudo observar el accidente nos comenta que al ver la enorme caída de Paco, y que yo era sacado de mi anclaje, llegaron a pensar, por unos instantes, que ya nada podría detenernos, de ahí sus gritos de pánico.
Al analizar las cuerdas pudimos comprobar lo peligroso que puede ser el uso del ballestrinque, para asegurarse en las reuniones a los diferentes puntos de anclaje. Ante una fuerte presión, las cuerdas tienden a partirse por estrangulamiento por ellos. Después de este suceso, siempre volvimos a usar las gazas dobles para estos efectos.
Para quitar algo de hierro a todo este asunto se nos ocurrió que, después de tan magnífico vuelo, la vía en cuestión debería llamarse “Iberia”, como la compañía aérea de bandera.
El autocar seguía su viaje por la nacional III, algunos cantaban canciones de siempre. Yo, reconfortado por el calor de los amigos, al lado de la ventana, viendo pasar Castilla, intentaba no quejarme de las horribles quemaduras de mis axilas, hombros y manos. Cuando cerraba los ojos acudían a mi mente las imágenes de aquella espeluznante experiencia, y me repetía a mi mismo: “Las reuniones a prueba de bomba”…como si de un mantra se tratara.
Más de treinta años después, aun guardo en un cajón aquella clavija Charlet-Moser, sección de “U” de las de anilla, que nos salvó la vida a Paco Aguado y a mi. La otra ya no recuerdo ni en que grieta ni en que ruta quedó clavada.
* Este accidente se pude contrastar en el libro de Pit Schubert "Seguridad y Riesgo" en el anexo de siniestralidad en España, apartado Contreras, Valencia.
3 comentarios:
Me encanta leer estas historias. Seguid así!
Muy guapa historia.
Y las aventuras de Assas y Hernández en Riglos (espolón del Firé, Serón-Millán...) memorables.
Tremendo!!!!
Gracias por la publicación!!
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