16 septiembre 2010

SOBRE EL PASO DE LA VUELTA CICLISTA A ESPAÑA EN 2010 POR LAS GUARRAMILLAS (SIERRA DE GUADARRAMA).




Por un lado, está claro que el grado de sentimiento de profanación de un lugar está en relación con el grado de sacralización que se le concede o, al menos, de respeto. En el caso del paso de la vuelta ciclista por las Guarramillas (mal llamadas Bola del Mundo) se ha faltado a ese respeto en un lugar que aún lo merece: sus organizadores han aspirado a meterse donde no debían y las autoridades se lo han permitido. Si el circo se practica en su carpa, nada pasa y todos disfrutan; pero si se hace en el templo, éste se transforma en un circo. Y esto tan discordante es, ni más ni menos, lo que ha ocurrido en las Guarramillas, tanto por razones objetivas como subjetivas.
Tal vez, los promotores no estaban obligados a saber que lo que pedían no era admisible, pero quienes les concedieron el pase sí que lo estaban. No olvidemos que, si el cuidado llama al cuidado, igualmente o incluso más el deterioro llama al deterioro, y no hay sino que abrir la puerta a éste para que cunda. La tesis del “cristal roto” se cumple siempre: se empieza por un rincón que parece sin importancia, pero prende el ejemplo y pronto acaba toda la cristalera hecha añicos. Las Guarramillas parecen entregadas a la rotura de toda la vidriera.
Me explico. Se trataba de restaurar ese monte, quitarle las antenas obsoletas y cuidar el paisaje previamente deteriorado por la estación de esquí, pero el resultado entre 2009 y 2010 es que las antenas seguirán ahí, que la pista se ha deteriorado más y, como remate, que se celebra allí el circo de la Vuelta Ciclista.
Se trataba, en cambio, de protegerlo con un Parque Nacional y con su Zona Periférica de Protección, prevista en forma de Parque Regional, y resulta que se han intensificado las actuaciones agresivas al margen de tales propósitos y obligaciones.
No olvidemos que la Comunidad de Madrid ha publicado ya en su Boletín Oficial un decreto de obligado cumplimiento en el que se dice que se debe proteger esta Sierra y concretamente el paisaje de esta zona, y que tramita (eso sí con lentitud) una declaración de Parque Nacional precisamente de las cumbres de la Sierra. Y ésta de las Guarramillas es una de ellas, con su modalidad específica.
Pero además, habría que esperar y pedir voluntad e iniciativa de conservación, diría que espontánea, no sólo inducida por conciencias ajenas, en quienes tienen obligaciones oficiales en este campo. Es decir: el paso de la Vuelta Ciclista por las Guarramillas nunca debería haber sido permitido.

Eduardo Martínez de Pisón

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