27 octubre 2009

Hubo un Pirineo de los pastores (parte I)

Cabecera del Ossau, donde aun conviven ejemplarmente una increible variedad de usos pastoriles y ganaderos; justo al cruzar el Portalet y entrar en Aragón, este paisaje queda roto brusca y casi grotescamente por la industria del "Ski" de Aramón.




El texto que sigue pertenece al libro de Eduardo Martínez de Pisón "Miradas sobre el paisaje", de la editorial Biblioteca Nueva. Y como entrada en este blog, presentada en dos partes, quiero dedicársela especialmente a todos los empresarios de ARAMON...






La montaña era suma y alternancia de valle y puerto. Una mirada interesada vio un día desde fuera los valles y el rendimiento del agua llevó al primer gran cambio de los paisajes de los valles. Hoy están mudando los puertos por una nueva mirada utilitaria que ve la nieve con ojos más prácticos que estéticos. De los pirineístas poetas hemos pasado al turismo empresarial. De soledades a multitudes. De población arraigada a emigración. Lo que era considerado obstáculo, la nieve, se ha transformado en recurso. Y a veces incluso, al contrario de la tónica habitual, lo que se miraba como madera se entiende generosamente como naturaleza.

Hicieron estos paisajes no solo la piedra, el bosque y el prado, no solo el hielo y el torrente, también los modelaron, les dieron formas y sentidos los trabajos centrados en la ganadería. De aquella actividad, de una necesaria adaptación al terreno, al clima y a los materiales, deriva buena parte de la marcada personalidad y vivacidad de aquel paisaje. La casa como organización de la hacienda y como construcción material reflejaba la personalidad del patrimonio, de las costumbres y labores, en sus estilos constructivos, sus modos de agrupamiento, sus emplazamientos singulares, en sus ventanas, corredores, chimeneas, cubiertas de tablilla, loseta, teja, pizarra, tierra o paja.

Un tejido de costumbres, ritos y una particular comprensión de la montaña, del agua, del rocío, de la piedra, de los vegetales, del fuego, de los astros y las estrellas, de la tormenta y de los animales, de los espíritus, de las viejas tradiciones cristianas, de los lugares de las ermitas y monasterios, hacía latir un corazón vivo y hondo del Pirineo, al tiempo que se realizaban las labores y se habitaban los pueblos en un paisaje con sustancia propia. La tradición pastoril añadía al territorio las sobrias y estilizadas dependencias de cuadras, pajares, bordas, parideras, majadas. Antes del Pirineo de las grúas hubo un Pirineo de las chimeneas de piedra.




Antes del Pirineo de las grúas
hubo un Pirineo de las chimeneas de piedra...



Pero por los años cincuenta del siglo XX ya se señalaban indicios de cambio : cultivos extensivos, falta de pastores por el despoblamiento, sustitución del trasiego transhumante por el ganado estante. El ritmo de las estaciones había venido secularmente marcando el regular « vaiven del ganado » y el de una buena parte de la vida de la montaña. Con el ocaso del vaivén empezaban a reclinar los géneros de vida pastoriles que habían ido definiendo los sitemas sociales y culturales de la existencia. El paisaje, que acumula la historia, aún refleja aquel sentido de la montaña y todavía lo guarda de modo parcial.

La transformación se intensificó en los años setenta, con una pérdida de población severa. La ganadería que dibujó sus trabajos tradicionales en la montaña se estaba modificando, aunque no se habían interrumpido por completo los viejos ritmos pastoriles. Pero lo que realmente se estaba transformando entonces no era tanto lo que derivaba de la organización interna de la montaña sino lo que dependía de lo que llegaba de fuera, como lo que resultaba de la economía de mercado, la instalación de infraestructuras, las actividades turísticas, las obras hidraúlicas. Cambiaban las funciones, con ellas las formas, los valores y los significados de los espacios. Ante una situación como ésta la montaña se entrega o se margina. Así, buena parte del precio del desarrollo se ha ido pagando en paisaje.

La montaña de los pastores, escribía Severino Pallaruelo en los ochenta, conoció la « agonía de una sociedad y de un oficio ». « La sociedad tradicional pirenaica_añadía entonces_está desapareciendo » : los pastores son ya viejos, escasos y solitarios. Tras ese marchitamiento ha ido emergiendo un Pirineo cada vez más turístico y empresarial, en algunos puntos aceleradamente descaracterizado en los últimos años. El proceso se ha propagado con diversas intensidades pero dentro de un planeamiento generalizado y ello ha dado lugar a un peligro potencial para casi todos los paisajes naturales y tradicionales.

Continuará...

06 octubre 2009

La herencia amenazada



El siguiente escrito hace referencia a las “responsabilidades” en la práctica de los deportes de montaña (ya sea el ski o los derivados del montañismo y alpinismo), y es un extracto del capitulo “Paisajes de piedra, agua, hombres y espíritus” del libro Miradas sobre el Paisaje de Eduardo Martínez de Pisón. Espero que os guste.


“…el conocimiento de las destrezas deportivas no es un salvoconducto para atropellar los paisajes, sino que debe integrar una actitud civilizada, incluso como si esa capacidad le otorgase al montañero un título de “visitante distinguido” o de “huésped honorable” del lugar. Y ello “le obligará”, como antaño se decía de la nobleza, explícitamente a una ética de particular respeto a la roca, a las plantas, las aguas, la fauna y los espacios naturales y rurales en los que desarrolla su actividad. Por lo tanto, el verdadero montañismo de hoy se debería caracterizar por su exigencia de mínimo impacto.


El crecimiento del “sentimiento responsable” sería así el índice real del progreso, del avance. De los libros del montañero Sonnier, de hace varios años, se desprendía ya entonces, sin embargo, una conciencia de paso de una percepción poética de la montaña, tradicional en el viejo alpinismo, a un planteamiento cada vez más únicamente deportivo, competitivo y turístico. Pero el mayor peligro en aquel cambio estribaba en que ese talante podía ser indiferente a lo que llamaba “la herencia amenazada”, proceso emprendido por otros juegos y usos que requieren el marco de la montaña sin que ésta sea ni su objeto esencial ni su fundamento cualitativo.


Esos usos dan lugar a unas relaciones funcionales, como canchas recreativas o financieras, pero claramente desprovistas de ese sentimiento que era una de las condiciones clave del alpinismo. Para la puesta en práctica de tales usos, para estos aprovechamientos se han de implantar además infraestructuras. Esos usos requieren, por tanto, tales equipamientos y rentabilidades que acaban deshonrando en numerosos sitios y en extensión los paisajes auténticos de las montañas.

Si el proceso se inscribe en un cuadro general que sitúa a la industria de la construcción en el primer motor económico y a la especulación urbanística en el más rentable modo de multiplicarse el dinero por si mismo, ese cambio acaba por tener consecuencias generalizadas e intensas. Desde las costas a las montañas españolas el turismo ha demostrado que es un tigre al que no conviene dejar suelto, pues es capaz de dar constantes zarpazos al paisaje. Puede que domesticado y sujeto, sea más inofensivo, pero aun no han aparecido los domadores de semejante fiera en el gran circo de la rentabilidad nacional*”

*Escribía esto antes del galope en 2008 de la doble crisis financiera e inmobiliaria, en la que los profanos no acabamos de distinguir cuál de ellas es caballo y cuál jinete.



Continuará...

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