06 noviembre 2009

Hubo un Pirineo de los pastores (segunda parte)




... En los valles ha sido por un lado la implantación de embalses y la transformación urbanistica y funcional de los viejos pueblos; en la montaña media, la decadencia ganadera y la ampliación de las estaciones de invierno o la remodelación del viejo balneario cargado de caracter y de valor por un producto arquitectónico en serie, un « no paisaje » más ; en la alta montaña, la creciente turistización: a veces ocurre que al haber frecuentación en una montaña, se hace allí un refugio y, como se amplía el refugio se incrementa la frecuentación y, finalmente, el corazón de esa montaña acaba con un gran hotel, una carretera de acceso y la consiguiente masificación no por la atracción de la montaña sino por la de su equipamiento. No todas las urbanizaciones_sin dejar de serlo, lo que ya es una intrusión_son iguales : las hay mejores y peores. Unas se han instalado en prados colindantes con los cascos, otras en los mismos cascos llevándose por delante edificios tradicionales y textura del caserío ; unas son de estilo neoaranés, otras de gélido concepto de arquitecto contemporáneo ; algunas respetan los cánones externos del caserío original y las hay que crean pueblos de nueva planta más o menos pseudopirenaicos sobre despoblados.






"A veces ocurre que al haber frecuentación en una montaña, se hace allí un refugio y, como se amplía el refugio se incrementa la frecuentación y, finalmente, el corazón de esa montaña acaba con un gran hotel, una carretera de acceso y la consiguiente masificación no por la atracción de la montaña sino por la de su equipamiento"



Estos últimos son un nuevo fenómeno geográfico, los poblamientos postizos asociados explicitamente al doble motor venal del golf y del esquí. Son estas poblaciones como
« majadahondas-2 », el mismo esquema de arquitectura y urbanización de periferia urbana, como primera residencia trasladado a la segunda, a pie del territorio de ocio, pero no exactamente o plenamente en él, sino como aún en casa.

Aparte de cuestionar su mismo sentido de fondo territorial, paisajístico y cultural, percibo además como insegura _quizá por mi falta de instinto financiero_ la supuesta solidez empresarial de estas promociones. Habida cuenta que, por ejemplo, en la Val Ancha quedará un casco modélico de este tipo de núcleos junto a una nueva autovía _¿construida aquí para quién o para qué ?_ , está permitirá allí, primero, un facil « de puerta a puerta » en el trásnsito desde el lugar de origen, es decir, sin notar una salida del sistema urbano, y, segundo, de cara al acceso local al ocio-montaña, será como si hubieran trasladado la montaña para uso temporal a ese lugar de origen, más que al revés, dada la homogeneidad formal del habitat en terreno pirenaico con el del punto de partida ciudadano.

Nada de meterse en un pueblo, nada de aprecio por lo autóctono y vernáculo, salvo en ornatos secundarios imitativos de un alero o de una galería. En otros principios, un viejo libro pirineísta de Josep Ribas decía : « ni terreno de juego ni museo, el paisaje evoca una civilización », el acuerdo de los hombres con su cuadro.

En estos casos se ha conseguido el fenómeno chocante de superponer a pueblos despoblados unos poblados sin poblar. Habría que hacer un estudio sociológico de los habitantes (o compradores sin habitar) que han adquirido esos poblados, sobre su estructura y sus comportamientos, porque constituyen núcleos insólitos en la montaña, a veces de bastante tamaño, con población homogenea en sus poderes adquisitivos y en sus propósitos de ocio, implantada sin arraigo.

Sin duda la oferta es la misma montaña, la de invierno y verano como distracción urbana y eso genera, más allá de la urbanización, su morfología y su sociedad, una función nueva de uso intensivo del territorio circundante, potencialmente perturbador para los requisitos de apartamiento, naturalidad, soledad y silencio que la naturaleza de la montaña, apartada, solitaria y silenciosa, requiere para seguir como tal.


En muchos casos se genera una función nueva de uso intensivo del territorio circundante, potencialmente perturbador para los requisitos de apartamiento, naturalidad, soledad y silencio que la naturaleza de la montaña, apartada, solitaria y silenciosa, requiere para seguir como tal.


Por lo tanto, ¿hay que actuar para preservarla al mismo compás marcado por la transformación territorial derivada de estas nuevas maneras de producción o hay que dejar que las cosas sigan su curso, sea cual sea éste, por ejemplo el derivado de los señuelos inmobiliarios ?



Continuará...


(Estractado del libro "Miradas sobre el Paisaje", de Eduardo Martínez de Pisón)

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