Warren Harding en la Keeller Kneedle Tercer Intento (7-13 Octubre, 1961)
Con los animos renovados, dedicamos el fin de semana del 30 de Septiembre a preparar nuestro siguiente asalto a la pared. Glen y yo subimos por las cuerdas fijadas el pasado Junio, para abastecer de viveres la repisa Guano, según Warren nos los iba pasando desde abajo (George no pudo venir por razones de trabajo). Con las manos llenas de ampollas acabamos por remontar las pesadas cargas. Por la tarde, Warren se reunió con nosotros, y pasamos una noche para el recuerdo en la repisa Ahwahnee, iluminada misteriosamente por la luz de un candil, y rodeados de enormes sombras que se proyectaban sobre la pared superior. Sentíamos un enorme abandono allí arriba. Tan solo una fina cuerda de nylon conectaba nuestro mundo con el otro de abajo.
El domingo por la mañana Warren tuvo que marcharse a su casa de Sacramento, mientras Glen y yo nos quedamos apañando el sistema de poleas, para aliviar el remontaje de las cargas. Cuando acabamos con la faena, descendimos a prusik por las cuerdas, que habían quedado fijadas a ciertos puntos de la pared para evitar una molesta y constante rotación en la subida. Todo quedaba pues listo para nuestro intento definitivo, para la semana siguiente.
La Torre tenía los días contados, y su primera ascensión por esta pared cada vez estaba más cerca. Trasportamos cerca de 90 Kg de comida y agua, además de todo el material de escalada, hasta la repisa que hay directamente debajo de la repisa del Guano. Nuestras reservas de comida eran variopintas, desde todo tipo de alimentos enlatados o no, hasta granadas o sardinas. De agua llevamos unos 12 galones (45 litros).
Entre el material de escalada había brocas, buriles, chapas, clavijas de todos los tamaños, mosquetones; 180m de cuerda de escalada de 10mm y unos 350 de la de 6mm para fijar. La repisa Ahwahnee era buena para estirar los sacos de dormir, asi que añadimos estos a nuestro material de vivac. Ahora había que remontar todo eso a las repisas superiores.
La Guano Ledge desde la R5
Warren y yo subimos a prusik y remontamos la cuerda fija. Era impresionante, ninguna parte de la cuerda tocaba la pared, que caía directamente al talud rocoso de la base. Listos para remontar las cargas, Glen enganchó una desde abajo; pero no había manera: demasiado pesada.
“¡Demasiado peso!, …tienes que aligerarla…” _le gritamos desde arriba.
“Solo lleva unos 8 litros de agua” _contestó.
Era obvio que remontar algo directamente desde el talud (unos 300m más abajo), era jarto dificil. El propio peso de la cuerda, la carga, y el roce con la repisa, era más de lo que Warren y yo podíamos ascender. Esto obligó a Glen a realizar diversos porteos durante casi toda la noche, hasta la zona de la repisa en travesía ascendente. Mientras, Warren y yo, pasamos una confortable noche en la repisa Ahwahnee, dentro de los sacos de dormir. ¡Como le agradecíamos ese noble esfuerzo!
Fue una fría y ventosa mañana la del domingo. Fuera de los sacos, tardamos tiempo en calentarnos para empezar los petateos. Ahora era el turno de descanso de Glen, mientras nosotros remontábamos hasta 13 pesadas cargas, que ocuparon la repisa Ahwahnee casi por completo (el petatéo es muy cansado para los brazos, y muy trabajoso). Metro a metro, tirón de manos a tirón de manos, la cuerda se iba acumulando en la repisa, y hacía dificil el moverse por ella. Dándole y dándole, hasta no poder más, y es entonces cuando el petate empezó a aparecer por el borde de la repisa.
Esa tarde, mientras Warren apilaba y ordenaba los víveres en la repisa, un repentino arrebato de viento infló mi saco de dormir y lo empotró contra él. Él gritó del susto y el saco voló desafiando la grabedad, y flotó durante unos segundos cual alfombra voladora, separado unos 15 metros de la pared. Poco después acabó cayendo sobre el talud.
Las fisuras del L5
Cuando Glen se reunió con nosotros (con el saco), yo me encontraba asegurando a Warren en el sexto largo. Un emplazamiento de seguro habitual en este largo sería: una V mala, un bolt de 6mm, una KB anudada, una V en una laja expansiva, una simond channel (V ó U) doblada. Fue un largo formidable. En cada seguro Warren advertía una y otra vez: _“¡Esta si que parece mala!, …estate preparado”.
Warren alcanzó finalmente un punto a unos 30m de distancia en diagonal, hacia la derecha de la Guano Ledge. Allí colocó un pequeño bolt, y bajó a prusik en plena noche. Glen, linterna en mano, nos indicaba el camino de regreso a la repisa Ahwahne.
Como no nos subimos ningún Primus (hornillo), nos tocó cenar raviolis frios.
A la mañana siguiente Warren reanudo la escalada y Glen aseguraba. Escaló una fisura ancha y profunda con clavijas bong-bong, y montó una reunión a la altura de un pequeño peldaño inclinado. Dada la situación, nos pareció una repisa. Graduamos el largo como un severo clase seis, con emplazamiento de 34 clavijas, 3 bolts de 6mm, y 8 horas totales de escalada. Debido a la inclinación del largo, en partes de la recuperación, los prusik iban sobre tramos de cuerda casi horizontales, tensionando bastante aquellos poco fiables buriles. Glen encontró problemas para recuperar, porque algunas de las clavijas se arrancaban al agarrarlas, antes incluso de poder subirse a ellas. Sin embargo, pronto le relevó y continuó colocando 6 clavijas más en la diagonal, muchas de ellas KBs, asi como tres buriles de 5mm. La oscuridad volvió a la pared, y dio un esplendido baño de brillo alpino a la Torre, mientras ambos fijaban la cuerda para volver abajo.
El desayuno fue muy pronto, y yo aseguré a Glen hasta que acabó su largo a base de colocar 11 bolts más, de aquellos de 5mm. Al final colocó uno de 10mm. Por fin un bolt bien seguro, bien colocado, y en una laja aparentemente sólida. Desde este bolt instalamos una cuerda fija de 60m hasta la Guano Ledge. Cuando hice el largo, me di cuenta de lo extremadamente separados que estaban los seguros, debido a la altura de Glen (más tarde, Warren y yo estuvimos charlando de diseñar algún aparato específico, llamado “Brazo-Denny”, o algo así, y que sería muy útil para quién tuviera que seguir a Glen en alguna apertura de clase 6). Decidimos dejar colocados los bolts de este largo, pero las chapas las recuperamos para usarlas en lo que quedaba de escalada.
Sin comentarios...
El humor se intensificó hasta proporciones épicas. Las modales taciturnos de Warren parecían darle una personalidad oriental, y no parábamos de reir con sus travesuras. Era raro el momento en que no estábamos riéndonos de algo.
Desde el punto más alto alcanzado el martes, un diedro extraplomado, repleto de barro y prendido de maleza, e interrumpido de vez en cuando por pequeños techos, aseguré en estribos a Warren, mientras colocaba 29 clavijas en una tirada de clase 6 moderada. El “Garden Pitch” (el largo del Jardín), fue un buen nombre para esta tramo.
Warren se reía y decía: _“Cerrar los ojos, por favor…”, mientras caía una lluvia de ramas y suciedad. La caída de un bloque de roca bastante grande presentó un problema al final de esta sección. De alguna manera, Warren se las arregló para soltarlo. Podíamos ver claramente que no le caería a nadie encima, e incluso gritamos varias veces “¡Piedra!” por si acaso. Warren seguía en estos momentos con sus bromas, y Glen y yo nos moríamos de la risa. La gran losa paso junto a nosotros silvando, separado unos cinco metros de la pared, y continuó en picado hasta estamparse contra el suelo, unos 300 metros más abajo. El estruendo retumbó por todo el Valle. Recuperé las clavijas del largo, y volvimos a bajar a la Guano Ledge a dormir, llenos de suciedad y agotados.
Ya nos estábamos cansando de la comida fría. El menú para esa noche era Guiso, pero no se podía saborear asi de frio, y adoptaba una textura viscosa en la boca. Yo comí muy poco, pero Warren y Glen, que tienen mucho más estómago, se lo acabaron hasta la última gota. Tuvimos otra noche repleta de estrellas, y de anécdotas de escalada. El ánimo no decayó en la fiesta.
El jueves fue mi día de descanso. Tumbado en la repisa Ahwahnee, tomé el sol y disfruté a lo grande con la placentera experiencia de ver escalar a Warren y Glen, 100 metros más arriba. Un delicado ballet aéreo, de dos sobervios escaladores.
El tramo de placa antes del techo, L8
Glen lideró un corto tramo que acabó bajo el característico techo triangular que se puede apreciar desde el fondo del valle. Estabamos todos conformes en que esta sería otra de las secciones clave de la escalada. Warren tomó el relevo, y comenzó a escalar en paralelo al suelo, de la manera más acrobática que puedas imaginar. Las clavijas bong-bong que iba colocando producían una extraña música que acompañaba a aquella impresionante visión. El ángulo se suavizaba conforme pasó el borde de techo. Una sección de clase seis bastante sufrida. Escaló en libre los últimos siete metros, através de unas placas inclinadas. El único tramo de toda la vía en el que no se usó el artificial.
Pasando el techo, L9
La noche estaba bastante entrada, y el valle estaba completamente en sombra. Desde nuestras distintas posiciones (Warren y Glen unos 150 metros por encima de mí, que me encontraba en la repisa Ahwahnee), mantuvimos una especie de consejo de guerra, y decidimos dormir en las pequeñas repisas de la parte más alta alcanzada, para asi poder hacer cumbre al día siguiente.
El sol se estaba poniendo y yo rellené a toda prisa un petate con frutos secos, zumo de frutas, ropas y linternas, para dejar recojida la repisa Ahwahnee. Después de una mirada nostálgica hacia la repisa, lugar que nos había dado tan largo y confortable cobijo, comencé la larga remontada a prusik de la cuerda fija. En poco tiempo alcancé la base del nuevo desplome, y me quedé allí a la espera, sobre estribos, hasta que Glen desclavó el techo. Finalmente éste alcanzó a Warren y fijaron una cuerda. Después de un pequeño retraso estuvieron listos para remontar el petate. Solté la cuerda que lo amarraba, y éste voló increiblemente alejado de la pared, y despareció en la oscuridad.
Entonces comencé una de las recuperaciones a prusik más costosas que recuerdo. Me encontraba bastante confuso y no sabía muy bien como empezar. Preparé un tercer anillo de prusik, más para aliviar la tensión que para otra cosa. Mi mente estaba paralizada, tratando de calcular el esfuerzo al que sometería al sistema, pero finalmente me lancé, y pronto estuve balanceándome en el espacio, separado unos 10 metros de la pared.
Los faros de los vehículos relucían a gran distancia por debajo de mí, según recorrían todas las curvas de la carretera del valle. Que contraste más grande, mañana los turistas estarán bañandose en el rio Merced, o sacarán bellas fotografías del Capitan, mientras nosotros estaremos aprisionados aquí arriba, buscando culminar nuestra escalada.
Cuando acabé de recuperar el largo y llegué a la reunión, vi que la cuerda por la que subía estaba fijada a un pequeño bolt de 6mm, y a dos clavijas bastante dudosas. No pude evitar estremecerme al pensar el esfuerzo que realicé colgado de todo aquello.
Los tramos finales de la ruta
Pasamos una larga y fria noche de luna, bajo los ataques de pequeños pájaros. Algunos albaricoques nos ayudaron a mitigar los dolores del hambre. Ni repisas confortables, ni sacos de dormir aquella noche. Warren nos comentó que la escalada desde alli, se antojaba sencilla, quizá de clase 5 (parece que el diedro extraplomado del viernes por la mañana no le había sentado demasiado bien).
Warren escaló de primero el último largo, desplomado hasta el final, de clase 6 bastante difícil, y usó 20 cavijas y 5 bolts. Glen limpió el largo, y yo realicé la última remontada a prusik hasta la arista cimera. Las dificultades terminaron, y la Torre fue nuestra.
En la cumbre de la Leaning Nuestra primera sensación fue la de la enorme felicidad que rebosaba y manaba de nuestro interior. Esto pronto dio lugar a emociones mucho más profundas. La satisfacción de haber saboreado la vida en toda su plenitud, al menos brevemente. Una vida despojada y desnuda, hasta llegar a su esencia. No importaba lo que futuro deparara para cada uno de nosotros, aquella Torre nos había unido con unos vínculos de camaradería que la mayoría de la gente jamás experimentaría. Siempre sentiríamos afecto y respeto por aquella pared.
Según destrepábamos las pendientes de la parte de atrás, la tenue luz del atardecer y las sombras daban un bello aire nostálgico a la zona. Al paso por las Cathedral Rocks echamos un último vistazo a nuestro enorme amigo granítco, antes de la vertiginosa bajada a las oscuras profundidaes del barranco Gunsight, asi como al nuevo mundo que nos aguardaba.
Un croquis reciente de la vía